sábado, 21 de marzo de 2009

ARTICULO ENVIADO POR LA PERIODISTA LUCIA SEPULVEDA




Nuestra batalla de Rancagua: ¡desarmar el montaje de la acusación!

Elena Varela enfrentará el próximo 29 de abril en Rancagua graves acusaciones en el marco de un mediático montaje que la sindica como miembro de una organización armada y la involucra en un homicidio y un asalto por lo que pretenden lograr una condena de 15 años. El montaje es obra de la Agencia Nacional de Inteligencia ANI, asistida por oficiales de la policía de Investigaciones de Chile, Luis Albornoz Urra, Oficial Investigador y Juan Reyes Gutiérrez, Prefecto de la Policía de Rancagua, junto a la parte acusadora, representada por el fiscal Servando Pérez. Ellos tomaron episodios de la vida sentimental y artística de Elena Varela para enhebrarlos como capítulos de una novela policial.
La acusación descansa en la vinculación amorosa que tuvo la cineasta en 2004 con un supuesto periodista, Leonardo Civitarese. La Fiscalía lo busca hoy como dirigente del llamado EGP, Ejército Guerrillero del Pueblo, una facción que reconocería orígenes en el MIR histórico y lo identifica como Juan Moreno Venegas. Para Elena él era una fuente de información valiosa sobre el conflicto mapuche, por su pretendida calidad profesional. La realizadora carecía por completo de contactos con comunidades mapuches, y se había trasladado recién desde Santiago al sur del país, a su llegada de Alemania. El carácter de fuente informativa de Moreno y otros entrevistados por la documentalista es importante, ya que los creadores audiovisuales han sostenido que el secuestro del material filmado de Elena Varela, es una amenaza a todos los documentalistas. De este atentado surgió incluso un proyecto de ley que extiende a los documentalistas y trabajadore audiovisuales el resguardo del secreto de la fuente, en trámite actualmente.
El equipo jurídico que defiende a la cineasta, encabezado por el ex juez Juan Guzmán, sostiene que no hay ninguna prueba consistente que avale los cargos contra la cineasta. Este montaje que le otorga una proyección política a la vida privada de Elena Varela, fue armado junto a dos libretistas secretos, dos personas vinculadas estrechamente al grupo que realizó los asaltos, que colaboran en el marco de la ley de delación compensada, también llamada “de arrepentimiento eficaz”. Se trata de personajes de pacotilla: una mujer, reclutada por la policía en 2004 al morir su esposo en un asalto hecho por ese grupo, y un empleado de Forestal Mininco, una de las empresas responsables del despojo a comunidades en el documental Newen Mapu. Ambos se vinculaban con Moreno y han inculpado a Elena Varela asegurando a la policía que ella apoyaba a su facción. La mujer fue testigo protegida y hoy está libre. La ley de delación compensada es un perverso mecanismo aprobado a comienzos de los años 90 y utilizado para liquidar a las organizaciones que no habían abandonado los métodos de lucha usados en dictadura, comprando a presos políticos o sus familiares o infiltrando gente en los grupos. De acuerdo a ello, para impulsar a un preso a caer en la degradación y la traición, se le ofrece premiarlo con rebaja de penas e incentivos económicos, lo que constituye una actuación legal pero de carácter inmoral y carente de toda ética.
El equipo jurídico encabezado por el ex juez Juan Guzmán está en condiciones de desarmar el folletín del fiscal Servando Pérez y sus libretistas. Sin embargo ellos también están conscientes del peligro que enfrenta Elena, para quien el Fiscal pide 15 años de prisión. Hay fuertes presiones de parte de quienes buscan aislar esas luchas, silenciando a quienes denuncian la represión. Las presiones vienen de parte de los mismos que a través de los medios calificaron a la cineasta como terrorista, encarcelando a una creadora sensible y solidaria, que busca sanar el alma herida y amnésica de Chile por medio del rescate de la memoria de las luchas populares, de la música, y del registro de los dolores del presente.
El montaje de la Fiscalía no es ajeno al trabajo de los Fiscales Especiales Anti pueblo Mapuche, que no logran triunfar en su empeño de abortar esa lucha. Por eso el Fiscal Servando Pérez les da una mano y con su acusación apunta a amedrentar a los hombres y mujeres de mentes libres que solidarizan y denuncian las violaciones a los derechos humanos. Porque aquí no hay una denuncia de un hecho aislados sino el registro de una política de criminalización llevada adelante por el aparato policial antes de y durante el gobierno de la Presidenta Bachelet, en circunstancias que Chile paradojalmente preside la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas. El secuestro de las películas y materiales de Elena, una documentalista cuya calidad es avalada por las propias instituciones culturales del Estado y por sus pares, y cuya producción fílmica ha sido financiada con fondos públicos y por tanto nos pertenece a todos los chilenos, forma parte de la práctica de criminalización de estas luchas. Los documentales “Newen Mapu Che” y “Sueños del Comandante” continúan hoy secuestrados, detenidos y desaparecidos culturalmente hablando. Elena no pudo terminar los documentales que tienen que ver con las luchas del presente y con la memoria de los combates del pasado.
Aunque la Fiscalía no presentó ninguna acusación vinculada al tema mapuche y los cargos apuntan en otra dirección, Investigaciones no ha devuelto las 300 cintas grabadas con material de alta definición no han sido devueltas y algunas están en poder de los fiscales especiales antimapuche.
Desde mayo de 2008 a agosto de ese año, Elena Varela permaneció en la Cárcel de Alta Seguridad de Rancagua , hasta que fue liberada con medidas cautelares de reclusión nocturna. Ello se logró en medio de una fuerte campaña nacional e internacional .Para desmontar ahora el montaje de la Fiscalía, de la Policía de Investigaciones y de la Agencia Nacional de Inteligencia, y poner en escena la gran obra de la verdad, se requiere un esfuerzo gigantesco. El resultado de ese empeño, nuestra victoria, será no sólo la libertad de Elena Varela sino la convicción de que vivimos en un país en que el miedo está quedando atrás y los ciudadanos podemos enarbolar libremente nuestras cámaras, escribir en nuestros teclados, hacer canciones, fotos y todo tipo de creaciones culturales al ritmo del despertar de nuestro pueblo, registrando sus dolores pero también su esperanza.



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Lucía Sepúlveda Ruiz

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